Por Edgar Ávila Pérez
El Lencero, Ver.- Una higuera monumental observa desde las alturas las estructuras con cinco siglos de historia a cuestas. La calzada añosa con frondosos laureles, resguarda dos edificios testigos de todas las etapas del México antiguo.
Un manantial, un esplendoroso lago y una cordillera de montañas arropan a la ex Hacienda de El Lencero (junto con su capilla colonial y un curato reformado), ubicada a menos de cinco kilómetros de Xalapa, la capital del estado. La quietud de su entorno contrasta con su azarosa historia.
Con la llegada de Hernán Cortés, uno de sus soldados recibió una de las Mercedes Reales para instalar una posada; luego fue ocupada como cría de ganado, cultivo de caña de azúcar; morada del entonces presidente Antonio López de Santa Ana; se convirtió en empresa de ganadería, alfarería, hilaos; ocupada por revolucionarios… Y finalmente rescatada en 1981.
“La hacienda es un lugar muy hermoso y bonito, un lugar tranquilo”, describe Martín Rodríguez quien realiza diversas tareas para conservar en perfectas condiciones la estructura y los muebles con olor a historia.
El casco de la hacienda resguarda muebles y enseres de mediados del siglo 19 que fueron recuperados de distintas partes de México y de Veracruz para reconstruir esas moradas antiguas. Se trata de ajuares hechos en Francia, Holanda, Alemania, Italia, Japón, Estados Unidos y México.
“Muy bonitas las habitaciones, muebles y espacios… es realmente hermosa. Nunca imaginé ni sabía que existiera una cosa así”, agrega quien porta un machete para limpiar los extensos jardines que están abiertos al público en general.
En 1525 era una modesta hostería descrita en documentos antiguos como una vivienda de huéspedes, con una sala y diez aposentillos cubiertos de teja y cercada en partes de palos y en partes de piedra y lodo. Se le conocía como “El Encero”.
Para 1560 la hacienda llegaba a las mil 755 hectáreas con caballos, bueyes y novillos para el tráfico comercial entre la ciudad de México y el puerto de Veracruz, con la Nueva España en todo su apogeo. Era el mayor esplendor que duró hasta el siglo 19.
“Huele a antigüedad, es parte de la fundación de México. En 1525 era hostería o posada… se abría camino a los viajeros del puerto de Veracruz a la ciudad de México”, afirma la guía de turistas, Leticia Carbonel Mendoza…
La menudita mujer se mueve por los laberinticos cuartos que resguardan un 20 por ciento de muebles originales del siglo 18 y 19, entre ellos la supuesta cama de Antonio López de Santa Anna con la Corona y el Escudo Nacional.
Le encanta una vitrina del siglo 18 con cristales cóncavos y convexos; le parece rara la cama del General Santa Anna; y le impresiona un ropero que perteneció a la esposa del ex gobernador Juan de la Luz Enríquez.
“Es muy bonito, produce mucha alegría, es satisfactorio saber que tenemos un lugar como este de tanta historia”, dice mientras sus palabras recorren el lugar, como lo hacía la diligencia que aún yace intacta en los patios.
Los carruajes del siglo 19, con sus lámparas de aceite a los costados, evocan tiempos pasados, algunos dolorosos como cuando en los movimientos armados de la independencia y revolución donde sufrió saqueos, robos y destrucciones.
Con sólo ocho hectáreas, en 1981 el lugar fue rescatado y lo primero que se restauró fue la “Casa de las Monjas” con sus bellos jardines, los mismos que recibieron por largo tiempo a la poeta, diplomática y pedagoga chilena Gabriela Mistral, quien siempre se hacía acompañar las escritoras mexicanas Rosario Castellanos, Margarita Michelena y Emma Godoy.